martes, 30 de julio de 2013

Somos pasajeros



No se puede añadir mucho a lo que se ha escrito y hablado sobre el accidente de tren de Santiago de Compostela, pero no me gustaría que pasara este momento sin que los trabajadores sociales hablemos de lo que ha ocurrido y reflexionemos sobre ello. El compañero Pedro Celiméndiz habla en su blog de la compasión que genera una tragedia como esta, rindiendo un bonito homenaje a quienes se han dejado la piel para ayudar y a quienes sufren las consecuencias de la fatal desgracia.

Hace tiempo escribí en este blog una entrada que tenía como protagonista una ruta de tren abandonada. Nunca pensé que volvería a hablar tan pronto de trenes, y menos en estas condiciones.
Hay dos temas en los que me gustaría poner el acento: el papel de los servicios públicos en respuesta a la situación de emergencia y a las necesidades de los días posteriores, y el papel concreto que han desempeñado los trabajadores sociales tras la catástrofe.

Desde todas las instancias se ha destacado la solidaridad y rápida respuesta tanto de los vecinos de la zona como de los profesionales que intervinieron en las primeras horas, destacando en estos últimos su eficacia, coordinación y profesionalidad.

Bomberos que suspenden una huelga, sanitarios de vacaciones o en desempleo que acuden a ayudar en la atención a los enfermos, psicólogos y trabajadores sociales ofreciéndose de forma voluntaria a prestar apoyo a los familiares. De todos ellos se ha hablado mucho, pero nunca es bastante. Me gustaría destacar que son profesionales con vocación de servicio público, esos cuya imagen ha ido deteriorándose de forma intencionada pero que demuestran, en situaciones como esta, que para ellos los intereses de aquellas personas a las que se dirige su labor están por encima de los suyos propios. No son héroes, como se han cansado de decir, son ciudadanos dispuestos a dar lo mejor de sí mismos en beneficio de la comunidad. Que no lo olviden quienes toman las decisiones, porque todos necesitamos que nos cuiden, pero aunque no lo hagan, seguiremos haciendo nuestra labor de manera responsable, porque para ello nos hemos preparado durante años.

            El otro tema que quiero comentar es el papel que podemos desempeñar y de hecho desempeñamos los trabajadores sociales en situaciones de emergencia como la acontecida en Santiago, sobre todo como apoyo y orientación a las familias, que en muchos casos vienen de fuera, no conocen el lugar ni los recursos, están sufriendo, están desorientados, necesitan apoyo para necesidades básicas como alojamiento, comida, atención sanitaria, medicinas, transporte, apoyo emocional. En definitiva, necesitan que en una situación tan dura, haya alguien que les facilite las cosas.

            Otros colectivos, como los psicólogos, reciben en estas situaciones gran atención mediática, pero no es habitual que se visibilice la labor de nuestro colectivo profesional, y me consta que ha estado presente, tanto de manera profesional como voluntaria. Estamos acostumbrados a coordinar, a trabajar con personas en situaciones límite y a manejar sus emociones. Acostumbrados a prestar apoyo, a escuchar, a informar, orientar, acompañar y gestionar recursos. Somos facilitadores. Una situación como la vivida en Santiago requiere mucho más, está claro, pero existen profesionales con formación específica para trabajar en esas circunstancias tan excepcionales.

            Algunos medios lo han reflejado: La voz de Galicia y Faro de Vigo.

            Quiero compartir, por último, un artículo que me ha emocionado mucho. Es habitual que en estas situaciones se cuenten historias personales de las personas fallecidas. Esta es la historia de una de ellas, es la historia de Carla, una luchadora, y nos la cuenta el cantante Huecco. Lo podéis leer en el siguiente enlace.

Sin duda, la vida es un charco al sol. Sin duda, somos pasajeros.

jueves, 11 de julio de 2013

Vacaciones a grito pelado



La próxima semana comienzan mis vacaciones y no siento la euforia habitual de esta situación: agobio por cerrar un montón de tareas en el trabajo y emoción por huir de la rutina durante un par de semanas. Cerrar tareas es un reto imposible en Servicios Sociales, pues cada día surgen historias nuevas, pero la emoción ¿dónde está la emoción?


He pensado mucho en los motivos de este cambio interno tan extraño. El caso es que tengo muchas ganas de descansar, quizá más que nunca. Sobre todo necesito descanso mental. Y sin embargo me falta parte de la ilusión que tengo habitualmente otros años en este momento. No es por falta de planes, tengo unos cuantos, y sobre todo tengo la fortuna inmensa de estar bien acompañado, pero hay algo que me impide disfrutar el momento como quisiera.

Nunca me había ido de vacaciones con el trabajo tan en mente. Son muchos los motivos. Los Servicios Sociales atraviesan uno de sus peores momentos, la reforma de la Administración Local puede aprobarse en muy poco tiempo, la gente ya ha aguantado demasiado. Supongo que se me juntan muchas cosas y ya no puedo presumir de “yo en vacaciones desconecto del trabajo totalmente”. Esos eran otros tiempos, cruelmente cercanos, pero otros tiempos.

Las noticias de cambios y más cambios legislativos elevan mi nivel de estrés a límites desconocidos: el gobierno propone a las CCAA eliminar los Defensores del Pueblo autonómicos (Madrid y Murcia ya lo hicieron), supresión como tal del Consejo de la Juventud, supresión o reducción al mínimo del Instituto de la Mujer o del Plan Nacional del Sida, por no hablar de los desmanes en Sanidad, en Educación, privatizaciones varias y el vergonzante desmantelamiento del Sistema de Atención a la Dependencia. Son sólo algunos de los lamentables cambios que estamos experimentando y que ahora me vienen a la mente, aunque cada uno de estos recortes y eliminaciones daría para más de una reflexión, que posiblemente comparta en algún momento. Y mientras la ciudadanía pasa apuros, los casos de corrupción política invaden titulares cada día. Esta es la marca España que están creando. A la que yo me sigo resistiendo.

Con este panorama y ante la cantidad de personas en desempleo en nuestro país, soy muy afortunado al poder disfrutar de mis días de vacaciones, pues eso implica que tengo trabajo, pero no consigo que la sensación de impotencia se vaya del todo para desconectar por unos días. Y es que no me parece justo dejar a un lado lo que está ocurriendo para aislarme del mundo un par de semanas. Mi preocupación por lo que ocurre a mi alrededor y mi responsabilidad social se niega a tener un horario. ¿Quién inventó la conciencia? Tengo derecho. ¿Tengo derecho?

           Ayer, por casualidad, vi el cuadro que ilustra el inicio de esta entrada: “Bathing Men” de Munch. Sí, el pintor del grito, el pintor que pintaba almas, el pintor que reflejó como nadie sentimientos muy intensos en sus obras, un loco, un demente, un provocador, el precursor del expresionismo. Los protagonistas de la imagen hacen algo que adoro: bañarme desnudo en el mar. En estos momentos no sé si me apetece más disfrutar del contacto del sol y el agua sobre mi piel o pegar un grito sanador que me libere de la angustia. Por si acaso pongo ambos cuadros. Quizá haga ambas cosas estos días. Gracias por la inspiración, Munch.

            De todas formas que no sufra quien esté leyendo esto, que yo soy “disfrutón” y hasta cuando me cabreo y me peleo sigo disfrutando. Así que a pesar de la rabia acumulada y de seguir pegado a la actualidad durante las dos próximas semanas, me dejaré llevar por los pequeños placeres y conseguiré que los días de descanso me recarguen lo suficiente para volver a pelearme con el mundo con energía.

         De todas formas, no desaparezco, sigo por aquí. Y os recomiendo que echéis un vistazo a la campaña "hasta aquí": el Trabajo Social no para en verano, porque los ataques tampoco se toman vacaciones.

                             ¡Hasta la próxima!