lunes, 14 de abril de 2014

La encrucijada del Tercer Sector




        Varios temas relacionados con el tercer sector me tienen la cabeza loca desde hace unos meses. Aunque suena a justificación y posiblemente lo sea, quiero aclarar que las entidades de carácter social hacen una labor necesaria que admiro mucho, y por este motivo colaboro con una de ellas desde hace años, formando parte incluso de la junta directiva.

        Esta labor necesaria ha de ser, sin embargo, complementaria a los sistemas públicos de protección, al menos así lo entiendo yo, como garantía del cumplimiento de los derechos que todo ciudadano tiene reconocidos. Si el tercer sector gestiona servicios básicos, las garantías de cumplimiento de estos derechos se reducen, pues la administración no tiene un control directo sobre los mismos y el seguimiento genera muchas más dificultades que la gestión directa.

        Hace dos meses una noticia llamó mi atención, quizá la recordéis. Cáritas Cádiz rompe unilateralmente un convenio con la Asociación Andaluza para las Artes Escénicas y Audiovisuales (Escenopán) por medio del cual esta asociación cedía el 70% de los ingresos generados por las obras de teatro que representan, para colaborar con la ONG de la Iglesia en la lucha contra la pobreza. El motivo alegado para romper el convenio ha sido la representación de una obra  llamada "Diluvium" en la que un joven se enamora de un sacerdote. ¡Con la homosexualidad hemos topado, amigos! ¿A alguien más le resulta una razón totalmente arbitraria para rechazar la donación, o sólo a mí?

        Muchos servicios públicos se están externalizando (en cristiano: privatizando) para ser gestionados por empresas y asociaciones, ya que parece que salen más económicos que si los presta directamente la administración. Esta privatización, en el caso de las asociaciones, está beneficiando sobre todo a las grandes: Cáritas y Cruz Roja. Me parece bien que la administración quiera ahorrar costes, pero no que juegue con los derechos de la ciudadanía, pues hay servicios que no deberían salir del ámbito de lo público ya que su esencia es pública y requieren la máxima garantía. Estamos hablando de derechos.

        La noticia comentada es una prueba de que no se trabaja igual en el sector público que en el sector privado, pues los intereses y valores son distintos. Podemos pensar que es algo respetable, aunque personalmente considero que el rechazo a la homosexualidad va en contra de los valores constitucionales, valores que son los que se defienden desde lo público. Los sistemas de protección pública se financian con impuestos que pagamos todos, heterosexuales y homosexuales. ¿Os imagináis que el Estado rechazase los impuestos de un colectivo concreto por cuestiones ideológicas o de valores? El sistema público, a pesar de todos los desmanes de nuestros políticos, tiene mayores garantías, porque lo que importa es prestar el servicio al ciudadano.

        Cáritas en este caso está dando más importancia a sus valores, discriminatorios hacia la homosexualidad, frente a la lucha contra la pobreza, que está entre sus objetivos. Tienen sus prioridades y está muy bien, para eso son una entidad privada, pero si van a gestionar servicios cuya esencia es pública, deberían respetar los principios constitucionales. Por eso considero un atropello al Estado de Derecho que servicios básicos se estén externalizando a marchas forzadas. 

        Os pondré otro ejemplo que ha sido bastante mediático. La privatización de la donación de sangre en Madrid. Con la tan llevada y traída excusa razón de evitar duplicidades, la Comunidad de Madrid ha firmado un convenio con Cruz Roja para organizar la donación de sangre, cediendo los vehículos y el material necesario para la extracción en unidades móviles. Yo me pregunto: si esto se puede hacer desde el sistema público, si en Sanidad van a mantener al personal y el coste es el mismo ¿por qué motivo lo va a hacer una entidad privada? ¿hay suficiente garantía para el mantenimiento de los equipos? ¿suficiente personal? ¿estabilidad? ¿continuidad?

        Entiendo la explicación de Cruz Roja, ellos no van a vender la sangre ni ganan dinero con las donaciones. Legalmente no pueden obtener ningún tipo de beneficio y todos los ingresos han de utilizarse para realizar sus actividades. Sin embargo, considero que la donación de sangre es un servicio de vital importancia y por lo tanto, la responsabilidad es pública.

        Las entidades del tercer sector están haciendo un gran trabajo, a veces con muy pocos medios, no quiero con este análisis empañar su labor. En la memoria de todos están los recientes y vergonzosos ataques del ministro Montoro hacia Cáritas por los datos que esta entidad ha publicado sobre pobreza infantil. Es de agradecer la honestidad de Cáritas y del tercer sector a la hora de facilitar una información muy importante que el gobierno prefiere que no conozcamos.

¿Encrucijada? ¿responsabilidad?
        También es reciente una noticia sobre un cambio legislativo en la ley de subvenciones que va a afectar al funcionamiento de las entidades de carácter social. El borrador del anteproyecto de ley establece la cofinanciación de las actividades con entidades privadas y que las asociaciones adelanten el dinero de las subvenciones. Nada nuevo bajo el sol, en realidad, pues en la práctica esto ya era así, debido a la tardanza en el pago de las subvenciones por parte de las administraciones. Lo que este cambio normativo puede implicar, es el afianzamiento de un sistema que beneficia a las asociaciones con mayor solvencia económica y aboca a la desaparición de las pequeñas.

        Para terminar por hoy me quedo con algo que sí me ha gustado, las declaraciones de Carlos Susías, presidente de la Red Europea de Lucha contra la Pobreza y la Exclusión Social en España: "hacemos actividades que debería estar haciendo la propia Administración, que debe asegurar una vida digna a los ciudadanos, nosotros somos colaboradores".
        Esto es precisamente lo que intento defender y por este motivo las entidades del tercer sector se encuentran en una complicada encrucijada. No es poca su responsabilidad. Si lo que les preocupa realmente es defender los derechos de la ciudadanía, no deben aceptar cualquier propuesta de la Administración que implique dejación de funciones públicas. Por el contrario, deberían exigir que la Administración siga ofreciendo los servicios y prestaciones vinculados a derechos reconocidos en Convenios Internacionales, en la Constitución y en las leyes, a pesar de la situación de crisis económica que no puede utilizarse como excusa para privatizar y conculcar derechos. Las entidades del tercer sector se enfrentan a una dura prueba en la que deben demostrar que no están dispuestas a colaborar en los recortes sociales, sino más bien al contrario, velando por el cumplimiento de los compromisos públicos, con su importante papel de denuncia y reivindicación.

domingo, 6 de abril de 2014

Dallas Buyers Club



En 1981 todo cambió. Una revista científica publica el primer caso de neumonía por Pneumocystis carinii en un joven homosexual de San Francisco. No exagero cuando digo que la historia del Siglo XX da un giro radical a partir de este momento. Parecía imposible que alguien tan joven tuviera las defensas destruidas y saltaron todas las alarmas. Extraños casos de sarcoma de Kaposi, también en chicos jóvenes, junto a otras infecciones que luego llamaríamos oportunistas, captaron la atención de la comunidad científica. Había comenzado la era del SIDA. Un gran sufrimiento y miles de bajas humanas estaban por llegar. Una pandemia de carácter mundial que cambiaría hábitos de vida y la forma en la que nos relacionaríamos a partir de entonces. Para siempre.

Alguien comenzó a llamarlo el cáncer rosa y la población homosexual entró en pánico, una sentencia de muerte caía sobre ellos. En poco tiempo empezaron a estar afectados otros grupos sociales: consumidores de drogas inyectables, hemofílicos, prostitutas. Que no cunda el pánico, pensaron algunos, esto sólo te puede afectar si formas parte de una de las cuatro HACHES: homosexuales, heroinómanos, hemofílicos o  haitianos. Qué equivocados estaban. Hoy casi todo el mundo sabe que nos puede afectar a cualquiera. A cualquiera.

Fue necesario que alguien tan famoso, tan viril y tan supuestamente  heterosexual como Rock Hudson muriese a causa del SIDA en 1985 para que las autoridades tomasen conciencia y destinasen esfuerzo y dinero a la investigación.

En este contexto se desarrolla el argumento de "Dallas Buyers Club", una película basada en hechos reales que aborda el tema del SIDA desde un punto de vista no tan conocido. Atrás quedaron películas que hablan del vih con mejor o peor fortuna como "Philadelphia", "Los amigos de Peter", o las españolas "Todo sobre mi madre", "Cachorro" o "Princesas", que también merecen un visionado para entender mejor el ayer y el hoy del vih. 

Ron, el protagonista de la película, es un vaquero de carácter duro, heterosexual y homófobo, con una vida sexual muy activa, un hombre al que el diagnóstico de vih le parece algo impensable, cuando los médicos le pronostican tan sólo treinta días de vida. No ser maricón le hacía sentirse a salvo. Cuando acepta la situación inicia una carrera contrarreloj para salvar su propia vida, en un momento en que la única esperanza estaba en el AZT, un  medicamento muy tóxico que llevó a la tumba a muchas personas, pero también salvó a muchas otras. Ron vive una interesante transformación personal y es la prueba de que el SIDA no es exclusivo de ningún colectivo social, ni entonces ni ahora.

Sabemos muchas cosas de la historia del vih, pero pocos conocen los clubs de compradores de los que habla la película, del tráfico ilegal de medicamentos entre países con diferentes normativas y el poder de la industria farmacéutica que tantas veces se preocupa por sus intereses económicos casi en exclusiva, con la vergonzosa complicidad de los gobiernos. Este tema ya se trató en "El jardinero fiel" y aprovecho también la oportunidad para recomendar esa película que me parece tan valiente en su planteamiento como esta de la que  hablo  hoy.

"Dallas Buyers Club" es mejorable pero su historia es brutal. Es una suerte que no se haya quedado en una película independiente desconocida para el gran público. Hoy mucha gente ha olvidado que el SIDA ha matado a muchas personas y que aún mata en países donde no llegan los antirretrovirales a toda la población. Estos medicamentos son muy caros porque la industria quiere enriquecerse con la excusa de que hace falta mucho dinero para investigar. Es necesario que se siga hablando de ello, que el cine refleje nuestra historia reciente, ese drama de los años ochenta y noventa cuando médicos y pacientes veían cómo el SIDA se llevaba por delante a los afectados, acabando con su cuerpo y sus esperanzas. Una oportunidad para aprender que esto es cosa de todos, que estamos moralmente obligados a exigir a los gobiernos el acceso a la medicación que garantiza nuestra salud, porque la salud forma parte de los derechos humanos más básicos.

P. D. Para finalizar os recomiendo la lectura de un artículo de Gabriel J. Martín, psicólogo especializado en homosexualidad, que habla de las relaciones en parejas serodiscordantes. Emocionante, este es el enlace

Y como siempre, la página web del Comité Antisida de Zamora (aquí), organización con la que colaboro desde hace muchos años y que es prueba de que desde el tercer sector se puede trabajar con absoluta dignidad defendiendo derechos.