miércoles, 27 de agosto de 2014

Sandra Barneda y su NO salida del armario

   

      El emotivo y muy extendido discurso de Sandra Barneda en televisión termina con un mensaje a los homosexuales fuera del armario: "si estás orgulloso de ser quien eres ¿por qué marcas la diferencia?"
      Aunque soy consciente de que Sandra no va a leer esto, necesito decirle unas cuantas cosas, para aclarar conceptos que creo que no tiene claros. La diferencia no la marcamos nosotros, las personas homosexuales, las diferencias vienen de fuera. Son los otros quienes deciden que valemos menos o que merecemos su indiferencia, su rechazo o su odio. Y nos lo hacen saber cada día. Reivindicar mi diferencia me ayuda a afirmarme en lo que soy, en lo que siento, me ayuda a aceptarme, a valorarme, a respetarme y a quererme más. Y al mismo tiempo eso hace que me enfrente con la cabeza bien alta a quienes ven esa diferencia como algo aberrante y antinatural, porque esa diferencia no me avergüenza.
      Lo que has hecho, Sandra, es muy antiguo. Hace unos años habría tenido valor, pedir respeto para tu intimidad y tu libertad, pero hoy es un retroceso. Reniegas de los lobbys, no quieres etiquetas. Lo tuyo es pura contradicción, Sandra. Si no te gustan las etiquetas no te las pongas, porque a renglón seguido afirmas sentirte muy orgullosa de ser mujer, lo cual no es más que otra etiqueta ¿por qué marcas la diferencia? 
      La etiqueta de maricón, de travelo y de bollera nos ha hecho sufrir mucho pero han sido quienes no lo han ocultado los que han logrado que tú hoy puedas casarte y ser una ciudadana con los mismos derechos que el resto. Y quienes han luchado desde lo que tú, con desprecio, llamas lobby, son personas comprometidas que se han asociado y han arriesgado mucho para luchar por todos nosotros. Y han logrado un país más libre, donde disfrutamos de los mismos derechos, a pesar de la diferencia que muchos se empeñan en recordarnos con esas "miradas y acosos silenciosos" como tú dices. Veo que no aprendiste nada de Pedro Zerolo, al que entrevistaste en tu programa hace unas semanas.
      Dices que la condición sexual es un asunto privado. En eso te equivocas, Sandra, ¿te imaginas a alguna persona heterosexual recitando tu discurso? ¿crees que tendría sentido? Sé sincera, lo dices porque eres lesbiana, no tengas miedo a la palabra. Porque la orientación sexual sólo es privada cuando no es la mayoritaria, sólo es privada porque es la nuestra, la que marca la diferencia. Los heterosexuales no lo ocultan porque nadie les ha dicho que deban hacerlo, nadie les ha enseñado a avergonzarse de ello, no tienen miedo. Lo privado es con quién te acuestas, cuántas veces y en qué posturas, pero la orientación sexual no es un asunto privado. O no debería serlo.
      Una cosa hay que dejar clara, a nadie se le obliga a salir del armario, porque hacerlo no es fácil. Pero si alguien decide no ser visible, por favor, que no lo justifique en que es un asunto privado, que no diga que está harta de etiquetas, que no diga que es un asunto entre dos, porque no lo es. Mientras sigamos sufriendo rechazo, mientras seamos objeto del odio, mientras nos amenacen y nos agredan, la orientación sexual no es un asunto de dos. No quites valor a quien ha sufrido dentro del armario y ha tenido el coraje de salir para seguir recibiendo palos. Si alguien se mantiene en el armario es por obligación, por miedo, por inseguridad, por incapacidad para vivir esa diferencia sin mirar hacia los lados por si alguien le descubre y le señala. Sobre armarios te recomiendo que leas a Toño Abad, que hace un análisis muy lúcido de lo que te pasa: estás orgullosa de esconderte.
      Sí, estás recibiendo muchas alabanzas y también muchas críticas y seguro que dar este paso te ha costado mucho para ahora encontrarte con que a muchos no nos ha gustado nada. Sé que lo has pasado mal y me duele porque compartimos la misma mochila: descubrir, siendo aún muy niños, que no sentíamos como los demás. Hemos tenido que pasar un proceso de aceptación personal nada fácil y luego hemos tenido que enfrentarnos a un mundo hecho por y para heterosexuales. Pero sinceramente, lo que has hecho no ayuda nada, te podrías haber quedado como estabas. ¿Pedir respeto para seguir en el armario? ¿qué invento es este? Y encima hablas de sociedad moderna... Sandra, tú vives en otro planeta. Una sociedad moderna no es la que nos vuelve a encerrar en los armarios.
      De todas formas estás a tiempo de rectificar y aprender, aún te queda un camino por recorrer en tu proceso de aceptación, a todos nos falta mucho, a mí también. Eres una mujer con proyección pública, que seas visible puede ayudar mucho a normalizar nuestra situación, aún necesitamos gente valiente que salga en los medios y no tenga miedo a ser como es. Si decides hacerlo te diré ¡gracias! Mientras tanto, no te preocupes, lo más importante es que muchas personas estamos muy dispuestas a ser visibles en nuestro entorno, eso también ayuda, ya lo hacemos nosotros por ti, desde abajo, para que tú puedas seguir en el armario. No hace falta que nos des las gracias.
      Si quieres saber un poquito más sobre eso de las etiquetas, te recomiendo que leas a Raúl Solís. Y si quieres conocer las cosas que pasan cuando das la cara y luchas para que la diferencia no nos marque eternamente, te cuento mi historia en esta entrada. Y sobre el armario, te recomiendo que leas al escritor Javier Martínez: "Lesbiana, la palabra prohibida", un artículo directo y claro, muy recomendable.
      Ojalá un día la orientación sexual de cada cual importe poco o nada, pero ese mundo ideal aún no ha llegado. Algunas personas, parece, aún no se han enterado.

viernes, 22 de agosto de 2014

Vértigo

     Esa sensación en el estómago cuando te subes por primera vez a la lanzadera, te tiras en paracaídas, te asomas desde lo alto de la torre Eiffel o cuando un turista atrevido se sienta en el borde del Preikestolen en los fiordos noruegos, con las piernas colgadas desafiando la ley de la gravedad. Esa opresión en el estómago, entre desagradable y adictiva para algunas personas, es el vértigo. A veces lo buscamos, otras muchas huimos de él, pero en ocasiones se presenta sin avisar aunque tengamos los pies en suelo firme.

     Y vértigo, o algo muy parecido, es lo que yo siento ante noticias o declaraciones a las que no prestamos atención porque el verano pasa por encima de ellas minimizando su importancia. Buscamos entretenimientos que nos alejen de la rutina a la que tendremos que hacer frente los próximos meses y no nos paramos a reflexionar lo suficiente.

     Me gustaría saber qué pasa por la mente de algunas de las personas que nos desgobiernan, aunque sólo el hecho de entrar en su cabeza me produce vértigo. Una de las perlas de este verano la ha soltado por su boca el presidente del gobierno, animando a la gente a que actúe "sin esperar que sus problemas se los vengan a resolver las administraciones públicas". Y se ha debido de quedar tan a gusto, el tío. No sé con qué tipo de gente se relaciona este señor, pero dudo mucho que a estas alturas de la película la ciudadanía espere que sean las administraciones públicas las que solucionen sus problemas. La gente que yo conozco no espera ningún tipo de apoyo público pero sí piden que al menos no les fastidien más. Que no le suban más el recibo de la luz, que no les quiten más libertades, que no suban el IVA de productos básicos de alimentación o qué sé yo, que no les echen a la calle para darle su casa a un banco usurero, por poner sólo algunos ejemplos.

     A pesar de la situación actual, algunas personas que trabajamos en la administración pública, nos sentimos orgullosas de hacerlo, porque prestamos apoyos necesarios a la ciudadanía, que para eso paga sus impuestos y cumple con las leyes. Pero a este ritmo acabaremos desapareciendo más pronto que tarde porque la clase política considera que no somos necesarios, que es la gente la que tiene que resolver todos sus problemas. Luego dirán que no es una cuestión ideológica.

     También me han llamado la atención las declaraciones homofóbicas de la senadora Luz Elena Sanín, que atribuye la deuda pública actual a las subvenciones que el anterior presidente del gobierno concedía a asociaciones y oenegés, entre ellas a las de gays, lesbianas y transexuales. La manía de echar siempre la culpa a los inmigrantes, a las mujeres, a los homosexuales o a los rojos, es algo que deberían hacérselo mirar, yo he llegado a pensar que sea un trastorno psiquiátrico y con algo de medicación se pueda tratar. Que lo investiguen, por favor. Sea como sea, a mí me da vértigo.

     Y luego está lo de echar la culpa a los pobres, que es un recurso que nunca viene mal, de estos tenemos unos cuantos ejemplos, y con la noticia de moda al inicio del verano sobre desnutrición infantil y comedores escolares, nuestros representantes políticos se han lucido. Y al mismo tiempo que demostraban un desconocimiento absoluto de la realidad social y del funcionamiento de los sistemas de protección, han aprovechado para echarse un poquito de mierda los unos a los otros.

     En Castilla y León, cual prestidigitadores, se han sacado de la manga la Red Centinela para prevenir posibles situaciones de desnutrición infantil, pero como los magos no son tan buenos como deberían, se les ha visto el truco. Esta red ya existía, sólo han intentado reactivarla con más prisa que vergüenza y su única finalidad es detectar casos y derivarlos a los Servicios Sociales. Allá nos apañemos con niños y familias una vez nos lleguen a nosotros, que los de arriba ya se han lavado las manos. Vértigo, auténtico vértigo del malo.

Kjerag
     Menos mal que los Servicios Sociales siguen siendo ese cajón de sastre al que finalmente todo llega y es un sistema en el que trabajamos, entre otros muchos y buenos profesionales, trabajadores sociales, que además de gestionar los escasos recursos de que disponemos, nos dedicamos a potenciar la propia red de apoyo de las familias para que hagan frente a su situación con la mayor dignidad posible.
   
     Señor presidente, somos administración pública y no, no resolvemos los problemas de la gente, pero tampoco es eso lo que nos demandan. Quienes llegan a nosotros necesitan que se les escuche y se les apoye en su proceso vital, pero saben perfectamente que no tenemos la solución. Y aún así muchos agradecen tanto nuestro trabajo que tengo que reconocer que a veces, además de satisfacción, siento vértigo.