martes, 31 de marzo de 2015

Colegios profesionales ¿gansos en formación o pájaros solitarios?

     Dicen que los gansos vuelan formando una V como forma de ayudarse los unos a los otros, pues el batir de las alas produce un desplazamiento de aire que ayuda en su vuelo al ganso que va detrás. Si uno de los gansos se sale de la formación, no tardará en darse cuenta del esfuerzo que supone volar sólo, por lo que volverá rápidamente a juntarse con sus compañeros para beneficiarse del trabajo en equipo y contribuir a la mejora colectiva.

     Son muchas las críticas que he escuchado y leído respecto a los colegios profesionales y en los últimos tiempos observo con preocupación el desprestigio que sufren, no exclusivo de los colegios, sino de todo aquello que forma parte de una estructura con olor a institución.

     Estaremos creando una sociedad muy pobre si no reconocemos el valor y trayectoria de instituciones que han luchado para que hoy recojamos los frutos de su arduo trabajo. Entiendo que hay muchas cosas que deberían cambiar, que el objetivo de mejorar no hay que perderlo nunca de vista, pero no es necesario tirar por tierra todo lo que han hecho quienes nos han precedido. Justo es reconocer su esfuerzo y dedicación.

     Una entrada en el blog de mi compañera Carolina Lacruz (aquí) me ha animado a escribir esta entrada, para aportar mi punto de vista sobre los colegios profesionales de Trabajo Social, desde mi visión y mi experiencia, pues colaboro de forma activa en el Colegio de Trabajo Social de Salamanca y Zamora.

     En los colegios profesionales tenemos, entre muchas otras, la importante función de velar por el cumplimiento de una ética profesional en la intervención y del código deontológico que nos hemos dado. Si realmente nos preocupa cómo son los procesos de intervención, si además de la finalidad nos importa la calidad, entonces estaremos de enhorabuena porque para los colegios también eso es importante.

     Es posible conocer todo lo que hacemos en los colegios profesionales consultando nuestras páginas en internet, yo me voy a limitar a agrupar las funciones en dos grandes líneas:

  1. Servicios que se ofrecen a las personas colegiadas: información, orientación, respuesta a demandas individuales y colectivas, oferta formativa y laboral, traslado de necesidades/demandas a órganos superiores, servicio de biblioteca, participación en actividades programadas, pertenencia a comisiones de trabajo, seguro de responsabilidad civil, asistencia jurídica, inclusión en turnos profesionales (adopción, peritaje, etc.), espacios de reflexión y debate, becas, publicaciones, beneficios en diferentes instituciones que tienen convenio con el colegio, etc. En definitiva, el colegio es un espacio que facilita el desarrollo profesional.
  2. Defensa de la profesión: asegurar el cumplimiento de nuestro código deontológico, dar visibilidad al Trabajo Social, movilización por los derechos sociales, reivindicación, participación en políticas sociales, representación institucional/social y poner en valor nuestra contribución al bienestar social. Es este segundo grupo el que me parece fundamental y sólo por ello merece la pena colaborar, sentir que no estás sólo, que perteneces.

     Todo esto se hace desde los colegios gracias a las cuotas que pagan las personas colegiadas y a la participación voluntaria de personas que dedican parte de su tiempo libre a contribuir a la vida colegial y al desarrollo de la profesión. Formar parte de las juntas de gobierno o de las comisiones de trabajo es un compromiso personal que supone gran esfuerzo, pero desde aquí animo a todos los profesionales a que lo hagan alguna vez a lo largo de su trayectoria profesional, pues realmente es enriquecedor.

     Los gansos que van detrás emiten un sonido que da aliento y motivación a aquellos que van delante, pero quienes lideran la formación también se cansan, motivo por el cual cada cierto tiempo cambian de lugar. Podemos observar que todos tienen un papel importante y se turnan para ir asumiendo responsabilidades, pues son conscientes de que el trabajo en equipo es el que hace que el grupo avance y logre el objetivo.

     Si vemos los colegios como un lugar en el que sólo recibimos, es posible, desde nuestra posición de ganso solitario, que nos decepcionen. Si por el contrario, somos parte activa de la organización, participamos en sus actividades y colaboramos en la programación y preparación de las mismas, decidimos emprender un vuelo conjunto asumiendo responsabilidades, estaremos defendiendo nuestra profesión, posicionándola en el lugar que se merece, aportándonos un movimiento de aire vital, visibilizando nuestra labor y contribuyendo, en definitiva, a crear un mayor bienestar social, pues en eso consiste el Trabajo Social ¿no creéis?

domingo, 22 de marzo de 2015

La actitud que te lleva al éxito

      La semana pasada hice un curso sobre redes sociales e inserción laboral organizado por la Federación Trabajando en positivo para personas que de un modo u otro estamos en el movimiento antisida: profesionales y voluntariado. Desde que en el año 2002 entré a formar parte del Comité Antisida de Zamora, la experiencia me ha demostrado que la gente que se implica en esta lucha son personas que no te puedes encontrar en ningún otro lugar, con una capacidad innata para ponerse en el lugar de quien sufre uno de los peores estigmas del avanzado y tecnológico siglo XXI: ser-positivo.

      Y como no podía ser de otra manera, estando con gente especial, tenía que llegar el momento de las conversaciones sobre gente especial. En uno de los descansos, hablando de otras mil cosas con dos compañeras, vino a mi memoria la historia de Manuel (nombre ficticio), un hombre al que conocí gracias a mi trabajo en Servicios Sociales Básicos y de los que encuentras en muy contadas ocasiones.

      Manuel era un hombre de 70 años cuando yo le visité por primera vez, casado y con una vida que podríamos entender como normal: jubilado, con la tranquilidad de haber sacado a sus hijos adelante, residiendo en un pueblo muy pequeño y entreteniéndose con el cuidado de su huerto y unas gallinas que ponen unos huevos como no se venden en los supermercados. Su vida tranquila se ve golpeada el día que sufre un ictus que le deja postrado, temporalmente, en una cama.

     Visité a Manuel tras acabar la rehabilitación, solicitó reconocimiento de su situación de dependencia y desde el primer momento me dijo, absolutamente convencido: "Eladio, me voy a recuperar". Aplicar el baremo de valoración de la dependencia es, en algunos casos, bastante duro, pues hay que valorar muchos detalles de la vida diaria y pones a la persona valorada ante un espejo en el que no es agradable mirarse. Con Manuel no ocurrió, pues todo el tiempo me decía: "Bueno ahora no lo puedo hacer, pero es temporal". 

     La realidad era que ya no había más rehabilitación para Manuel, su mujer me contó, al acompañarme a la puerta con los ojos llenos de lágrimas, aquello que los médicos le habían dicho: de la silla no volvería a levantarse sólo, toda recuperación tiene un límite, podría avanzar algo más, pero lo mejor para su salud mental sería hacerse a la idea de no poder caminar por sí mismo.

     Cada vez que visité a Manuel en ese tiempo pude comprobar sus pequeños avances. Nunca dejó de hacer los ejercicios que había aprendido en la rehabilitación, y una pelotita antiestrés era manipulada en su mano derecha de forma constante. Tenía a su familia loca, así me lo contaba su mujer, pues se empeñaba en creer en algo imposible. Y él, cada vez, lo mismo: "Eladio, me voy a recuperar, nadie me cree, pero yo me voy a recuperar". Creo que le gustaba decírmelo, pues si bien no le daba falsas esperanzas, posiblemente era la única persona de su entorno que nunca le dije que tenía que asumir la realidad.

     Tardé un tiempo en volver por el domicilio, la desgracia se cebó con la familia (la mujer enfermó, un hijo tuvo importantes problemas de salud) y les visité para hacer seguimiento de la situación. Cuando llegué a la casa me quedé sin palabras: Manuel salió a abrirme la puerta, él sólo, despacio, sin muletas, sin ayuda, y con su pelotita en la mano. Sonreía.

     Una frase de esa visita se quedó grabada en mi mente para siempre: "Eladio, te dije que me iba a recuperar, te lo dije, ¿te acuerdas?".

     No soy tan ingenuo como para pensar que sólo la actitud mental y el convencimiento de ser capaz, son suficientes para transformar nuestra realidad, pero sé que Manuel lo logró y nadie confiaba en que lo hiciese, ni siquiera los médicos, pero él sí, él lo sabía, y nunca dejó de intentarlo. 

Hoy también comparto la foto de una planta que está brotando en mi terraza, me la regaló un usuario hace cuatro años, cuando supo que me gusta cuidar de estos seres vivos. Poco después este usuario falleció, dejándome, lo reconozco, algo tocado. 

Cada año al finalizar el otoño la planta se seca, parece que ha muerto pues no queda nada, pero la raíz mantiene su vitalidad discreta bajo la tierra. Cada año, antes de comenzar la primavera, la planta vuelve a nacer para llegar al verano con unas flores preciosas, no me falla nunca.

El primer invierno que pareció morir, me quedé triste pero la seguí regando, por si acaso. La primavera llegó para sorprenderme y desde entonces, cada año, cuando la veo secarse sé que únicamente necesita descansar para volver con más fuerza.

     No tengo el secreto de la actitud que lleva al éxito, pero mirando a las personas acabas conociendo algunos de sus ingredientes. Os animo a buscar los vuestros, creo que sólo es posible observando con detalle a los demás, que sólo se puede lograr si realmente queremos aprender. Manuel supo cómo hacerlo, yo quiero mirarme en ese espejo.

¿Por qué no vivir nuestras propias utopías realizables?